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"Mi padre, el torturador y asesino": la historia del hijo de un represor



Redacción Redacción

Luis Alberto Quijano vivió lo que no eligió. Desde la carga de tener el mismo nombre que su padre, hasta su obligada presencia, cuando tenía 15 años, en operativos militares y en el campo de concentración La Perla, donde vio a secuestrados. Un secreto familiar que no se atrevió a contar por 34 años.

“En el contexto de esa época yo creía que estaba bien. Me sentía un agente secreto. Pero a los 15 años, un hijo no puede darse cuenta de que es manipulado por su padre. Yo no estaba preparado todavía para darme cuenta de que mi padre era un ladrón, un torturador y un asesino”.

Luis no tenía opción: su padre era el comandante de Gendarmería Luis Alberto Quijano, segundo mando en el Destacamento de Inteligencia, sitio del que se desprendían las órdenes sobre lo que ocurría en La Perla.

Entonces me asomé rápido y vi una cama donde torturaban a la gente. Era una cama de tropa con elástico de metal. Luego supe que al metal le enganchaban un cable pelado que era el negativo, y tocaban el cuerpo maniatado con otro cable que era el positivo. Esposaban a la persona, la mojaban y le “metían” con 220 directo (220 voltios) en los genitales.

Había un olor tan espantoso ahí adentro… Un olor como a pañal cagado. Años después, cuando mi padre estaba detenido con prisión domiciliaria, de su habitación emanaba el mismo mal olor. Y yo lo relacioné, y me dio la impresión de que es el olor que emana un cuerpo cuando está angustiado. Nunca más pude olvidarme de ese olor. Y yo me pregunto, ¿cómo es posible que un ser humano le haga tanto daño a otro?

De “visita” en La Perla (II). La tercera vez que me trajeron, mi padre me llevó al ingreso a La Cuadra (sector donde estaban los secuestrados, maniatados y vendados). Él se quedó hablando con el “Chubi” López (José López, un civil juzgado en la megacausa) y yo aproveché y miré al interior de La Cuadra.

Al fondo vi una hilera de colchones con gente desnuda boca abajo, todos atados de pies y manos. Más adelante, cerca del ingreso, había otras personas sentadas en cuclillas en silencio, sobre los colchones. Mi padre me vio que estaba mirando a los secuestrados y me dijo “¿qué mirás, pelotudo?”. Y le respondí “y bueno, ¿entonces para qué me traés?”.

Luis al lado de la sala de torturas. "Salía un olor horrible, como a pañal cagado", recuerda (Nicolás Bravo).

Yo tenía total conocimiento de que a esa gente la mataban. Es decir, los tiraban en un pozo y una comitiva de militares les metía balas y los enterraba. Lo sé porque mi padre hablaba de eso en mi casa.

No entiendo cómo se desvirtuaba mi padre en ese momento. Una vez me dijo que yo era un delincuente, y yo le repliqué “¿y vos, que robabas coches en la calle? ¿No sos un delincuente?” Le agarró un espasmo de locura, me golpeó y me gritó “¡el día que te cruces de vereda, ese día te voy a buscar y te voy a matar yo. No hará falta que te mate otro!”. Ese era mi padre. No puedo tener buenos recuerdos de él.

Cuando declaré en el juicio, mostré una foto de aquella época en la que tengo puesto un saco y una polera de lana que mi padre trajo de La Perla. Nosotros no éramos pobres, pero trajo la ropa igual porque la idea de mi padre era robar. En ese momento la defensora de los imputados me acusó de ser copartícipe de esos delitos, y yo le dije que no hay problema, que me acuse de lo que quiera, si de todos modos yo ya estaba en Tribunales declarando.

El represor Luis Quijano falleció en su casa en Villa Carlos Paz en 2015. Se salvó de la condena.

Los desaparecidos. Ya de grande fui sintiendo rechazo. Sucedió que tuve hijos, y cuando uno tiene hijos se da cuenta de lo que vale una vida. Evolucionás y comprendés que no está bien matar. Incluso llego al extremo de decir ‘bueno, suponé que fusilabas durante la dictadura”, pero ¿por quédesaparecías los cadáveres? ¿Por qué robabas niños?

Mi padre estuvo a punto de traer a mi casa a una niña a la que le habían matado la madre. Era como una mascota: podía ser un perro, pero era una niña. Repito la idea: los torturaban, ¿pero por qué los mataron? Podrían haberlos metido en la cárcel. Supongamos que decidieron matarlos, pero ¿por qué desaparecieron los cuerpos? ¿Acaso esas personas no tenían familias para devolverles los restos? Desaparecer el cuerpo es el último acto infame que podés hacer con un ser humano.

Me dio una repulsión por dentro, porque me pregunté en qué quedó ese patrioterismo y todo ese “sentir occidental y cristiano” que ellos decían defender. Entonces le grité “¿cómo me vas a decir eso a mí? ¡Si yo te he visto matar gente! Cometiste delitos muy graves y me hiciste participar en esos delitos siendo yo un niño”. Y él me dijo “bueno, andá a denunciarme”.

Y eso hice: en 2010 presenté la primera denuncia, porque me di cuenta de que en realidad era un delincuente.

Nadie me puede decir que soy parcial; declaré contra mi propio padre.

(Aclaración: el represor Quijano falleció en mayo de 2015).


fuente diaadia.com.ar

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