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#Ni Una Menos, Vivir para pedir que haya Justicia



Redacción Redacción

N B sufrió violencia machista desde 1993, y recién pudo salir de la situación en 2014. Su ex marido cayó preso por venta de drogas en San Luis, pero quedó libre en abril, y desde entonces, ella volvió a vivir con miedo. Hoy a las 16.30 se hará la marcha Ni Una Menos, desde plaza Montenegro hasta el Monumento.

Por Sonia Tessa

N B pudo salir de una vida de violencia extrema, pero tiene las marcas en la piel y en las emociones. Cuando se habla de Ni Una Menos es también necesario contar historias de violencia machista que no llegaron a femicidio, aunque por muy poco. Casada desde 1999 con D N, oriundo de Venado Tuerto, la primera vez que N recibió una paliza fue en ese mismo año, en Buenos Aires, donde vivieron mientras él trabajaba en Sedronar. Justamente, fue después de una fiesta de ese organismo cuando él la arrastró por la calle, le pegó, la violó y -según su relato- la obligó a aspirar cocaína. La pareja tiene hoy cuatro hijos: dos mellizas que hoy tienen 16 años, un niño de diez y una niña de siete. Los dos más chicos, asegura N, fueron producto de violaciones. Su ex pareja dejó de trabajar en Sedronar en 1999 y en 2000, la familia se trasladó a Merlo, en San Luis, donde N hizo más de 20 denuncias por violencia de género. Dos veces, la jueza de familia de Concarán, Daniela Estrada, firmó una exclusión de hogar, en 2008 y -tras el regreso de N a su casa por fuerza, en 2012- en 2013. Nada de eso impidió que él le pegara hasta mandarla al hospital más de una vez. N tuvo un respiro el 12 de octubre de 2014, cuando N fue detenido por una causa de narcotráfico en San Luis. El 3 de abril de este año, N  vivió una nueva pesadilla: supo que su ex marido había sido liberado tras pasar un año y medio en prisión preventiva, y también que estaba rondando a sus hijas. Antes, N debió pelear por la tenencia de sus cuatro hijos debido a la pretensión de su ex suegro, L N, de obtener la custodia. Una de las mellizas sufrió un linfoma de Hodkins y fue atendida en el hospital Centenario de Rosario, por eso N vive desde principios de 2015 en la ciudad, donde trata de rearmar su vida con la contención de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia y el Instituto de la Mujer. El número 144 atiende denuncias por violencia machista las 24 horas, en todo el país.

A los 47 años, sus dos ruegos son conseguir trabajo para poder mantener a sus hijos y lograr un castigo judicial para el hombre que le dejó graves secuelas: el traumatismo es permanente en el lóbulo frontal izquierdo del cráneo y sufre isquemia vascular. Tiene migrañas y visión borrosa. Y se contagió de hepatitis C. "Quiero un juicio penal, ya presenté mi caso ante el juez de instrucción José Luis Guiñazú, de Concarán, porque él nunca fue juzgado por lo que me hizo", expresó N.

Durante los años que vivió en San Luis, N quiso irse más de una vez. Aislada de cualquier círculo de contención, sólo atinó a pedirle ayuda a L N, el padre de D, que vive en Venado Tuerto. Pero la relación de complicidad entre padre e hijo hizo que N también tuviera que denunciar a su suegro por maltratarla, el 21 de septiembre de 2014.

Cuando N cuenta lo vivido no puede parar, son horas de catarsis. Los detalles, nombres y apellidos le parecen importantes. N estudiaba y trabajaba cuando conoció a N. Ella resalta, una y otra vez, que su ex era mantenido por el padre, un hombre adinerado de Venado Tuerto. N trabajó en empresas importantes (menciona a Bagley, banco Provincia de Buenos Aires y banco Galicia) y es licenciada en márketing pero, cuando nacieron las mellizas, "para alejarme de mi familia, a quienes trataba de turcos sucios, me llevó a vivir a un country de Escobar que, por supuesto, pagaba el padre". N quiso volver a trabajar, pero él se opuso. "Vos vas a ser madre", la condenó.

N pasó una temporada en Venado Tuerto, adonde no se permitía ir a su familia. Y luego, se mudaron a San Luis, adonde D N era el propietario de una agencia de turismo. N trabajaba allí, de modo que no tenía independencia económica. Las agresiones físicas, palizas que más de una vez terminaron en el hospital, fueron in crescendo. N recuerda varias con detalle, especialmente una que le propinó en la misma oficina que compartían, a la vista de quienes trabajaban en los comercios de la misma galería. Más tarde, se trasladaron a una localidad lindera a Merlo, en Cerro de Oro, donde sufrió otra golpiza brutal. N la tiró contra las piedras del frente de la casa. Ella recuerda que un hombre, J E, fue testigo impávido de la agresión. Fue la segunda vez que N se atrevió a denunciar a su marido. Y entonces, la reacción fue aún más violenta. N ocupó la casa con gente que compartía su adicción tanto como la venta de drogas. Y ella recuerda que la agredía delante de ellos: "Una vez me roció con alcohol de quemar y jugaba con un encendedor, me violó delante de otra gente, me cortajeaba con una navaja y me decía que si lo denunciaba, me iba a matar", relata N Le pidió ayuda a su familia para volver a Buenos Aires, pero no lo logró.

Finalmente, en 2013, se fue a Venado Tuerto, aunque su suegro sólo estaba dispuesto a alojar a las mellizas. N no quería volver a vivir con Dl N. El 12 de octubre de 2014, por orden de la justicia federal, "policías del Departamento Lucha contra el Narcotráfico de San Luis, con el apoyo operativo y logístico de la Caminera, de la Comisaría Distrito 26º Merlo y de las distintas dependencias policiales que conforman la Unidad Regional Tres, anularon cuatro 'kioscos' de venta de sustancias estupefacientes, secuestrándose cocaína y marihuana y deteniéndose a H '' M, M  M R, Dl N, E E C y P 'ch' P", según la información oficial.

N cumplió prisión preventiva hasta principios de abril. Mientras tanto, N vivió en Venado Tuerto pero su suegro la hostigaba, y también E, hermano de Dl, tenía actitudes y frases lascivas hacia las mellizas, que son adolescentes. N planeaba ir a vivir a Mar del Plata. Cuando empezó a moverse, su ex suegro LN presentó un pedido de tenencia en el juzgado Nancy Grasso. Una de las mellizas tenía problemas de salud: fue internada en Mar del Plata pero recién el 5 de enero de 2015 estuvo el resultado de la biopsia. Era un linfoma de Hodgkin. La única posibilidad de preservar la salud de su hija fue mudarse a Rosario. N se instaló cuatro meses en el hospital Centenario. En ese interín, su ex suegro siguió accionando para sacarle la tenencia de sus otros hijos, al denunciar que su estado era "vulnerable". N recurrió a la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia y luego, al Instituto de la Mujer. El 14 de febrero de 2015 volvió a vivir con sus hijos. En agosto del año pasado, la melliza que estaba bajo tratamiento recibió el alta, aunque debe controlarse periódicamente. Desde entonces, N reconstruye su vida. Para eso, necesita justicia y trabajo.

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